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miércoles, 4 de enero de 2012

El Cuarto Rey Mago

Hay una historia acerca de un cuarto rey mago, que también vio brillar la estrella sobre Belén.
Pero siempre llegaba retrasado a los lugares donde Jesús podía estar, porque los pobres y miserables vivían pidiendo su ayuda.


Después de más de treinta años siguiendo a Jesús por Egipto; Galilea y Betania, el rey mago llega a Jerusalén, pero demasiado tarde, pues el niño ya se transformó en hombre, y estaba siendo crucificado en aquel día.



El rey había comprado algunas joyas para Cristo, más precisó vender casi todas para ayudar a las personas que encontró en su camino.
Solo le quedó una perla y el Salvador ya estaba muerto.
-Fallé en la misión de mi vida- pensaba el rey mago.
En ese momento se escuchó una voz:
- En verdad os digo, todo lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos, lo habéis hecho conmigo.

Muchas gracias por tantos regalos de amor.

Según la historia, los tres Reyes Magos no tuvieron dificultad alguna para llegar a Belén; sin embargo el cuarto, Artabán, sólo tuvo problemas. 



Artabán era un hombre rico y culto, estudioso de la astronomía y física. En el estudio de las estrellas había encontrado la señal: “El hijo de Dios estaba por nacer”, así que planeó encontrarse con los tres Reyes Magos para adorar al niño Jesús.



Vendió todas sus pertenencias para organizar su viaje y adquirir los presentes que le llevaría a ese niño. Su actitud causaba gran admiración, ya que su único interés en la vida era conocer y llevarle tres regalos valiosos a Jesús. Un zafiro, un rubí y una perla son las joyas que adquirió.

No era fácil emprender un viaje tan largo por lugares extraños y peligrosos, así que para Artabán no era sencillo encontrar quién lo acompañara. Su padre apoyó sus planes, le puso a su disposición a un esclavo llamado Beor, al cual le dijo: “Si regresas a mi hijo con vida, te doy tu libertad”. Así vio partir a Artabán, dándole su bendición.



Artabán había acordado reunirse con los otros Reyes Magos. Sin embargo, no lo logró, ya que durante el trayecto tuvo muchos contratiempos.

En primer lugar encontró a un exiliado hebreo enfermo, solo y muriéndose en el desierto. Lleno de compasión, Artabán se detiene y atiende al enfermo. Esta demora ocasiona que falte a su cita con los otros Reyes Magos y, en consecuencia, no está presente en el pesebre aquella primera Navidad llena de magia. 

Sin embargo, él sigue viajando. 



Poco después entrega uno de los regalos que eran para el Niño recién nacido para salvar la vida de otra criatura que, de acuerdo con el decreto de Herodes, fue condenada a morir. 

Al continuar su recorrido, se encontraron con una caravana que trataba de cruzar el desierto. Artabán, con su gran corazón, no podía rechazar la necesidad de ayudar al prójimo, les regaló el zafiro para conseguir alimento, medicinas, ropa. Dedicó años de su vida a curar a los enfermos y reconfortar a los abandonados. Beor renegaba, ya que algunos de estos enfermos tenían lepra. Y entre enojos no lograba entender por qué su amo se desprendía de una de las valiosas joyas, tan sólo por ayudar a unos desconocidos.

Al final de la historia Artabán está desesperado y cansadísimo. Comprende que ha dedicado treinta y tres años a la búsqueda y que al final se encuentra solo en el Gólgota. 

Aquí descubre que el Hijo de Dios, a quien se dedicó a buscar muchos años antes, ha sido condenado a morir en la cruz. De inmediato piensa en su última posesión, una perla. Está seguro de que ésta comprará la libertad de Cristo. Pero aún en el camino hacia el lugar encuentra a una mujer que está siendo amenazada con golpearla y aún, matarla si no paga las deudas de su padre. 



Una vez más Artabán ofrece la perla, su última posesión, a cambio de la vida de la mujer. 

Ya sin dinero y sin regalos Artabán y Beor deambulaban de pueblo en pueblo y llegaron a Jerusalén en las fiestas de Pascua. Oyeron hablar del maestro Nazareno y de una celebración que tendría con sus seguidores. A toda prisa y con el corazón latiendo, se encaminan a la casa donde se celebraba la cena pascual. Pero llegaron demasiado tarde, pues Jesús y sus discípulos ya habían abandonado el lugar.

Alguien les sugiere que lo buscarán en el Monte de los Olivos. Al llegar ahí, se encontraron con un hombre llamado Pedro. Beor le pregunta: “¿Eras tú el que acompañaba al Maestro?”, y él contestó: “Yo, ni siquiera lo conozco”. En eso, se escuchó el canto de un gallo. Y Pedro rompió en lagrimas.

Ahora realmente no le queda nada. Todo lo que tuvo la intención de entregar en adoración lo ha dado al servicio de la humanidad.

Para aumentar sus tribulaciones, Artabán recibe el golpe de una piedra que cae de una estructura que se estaba derrumbando debido al terremoto que acompañó a la crucifixión.

Está seguro de que morirá sin ver jamás a su Señor. Pero mientras yace sangrando y moribundo, escucha una débil voz desde muy lejos.
- En verdad os digo, todo lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos, lo habéis hecho conmigo.

Al oír esto Artabán, el cuarto Rey Mago, muere feliz sabiendo que sus regalos sí fueron recibidos por su Señor.



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